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Esta serie, de ocho capítulos, muestra una forma de violencia muy presente en la sociedad, que mantiene una tendencia creciente y afecta especialmente a las mujeres.
- Redacción Mujer
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En cuestión de segundos, la delgada línea que separa lo público de lo privado puede desvanecerse y la intimidad se convierte en un debate público. Así lo refleja la nueva y exitosa serie, "Intimidad" (Netflix), que "remueve conciencias" acerca de la violencia digital machista a través de la historia de varias mujeres que la sufren y la sororidad que hay entre ellas. Mujeres que «se entienden y se escuchan», aunque cada una lo gestiona a su manera.
Esta serie, de ocho capítulos, muestra una forma de violencia muy presente en la sociedad, que mantiene una tendencia creciente y afecta especialmente a las mujeres.
"Siempre se ha vulnerado el derecho a la intimidad, pero con internet no hay manera de controlarlo y de encauzarlo, así que lo único que nos queda es contar la historia, denunciar y apelar un poco al respeto, que es a lo que se falta", comentó Itziar Ituño, protagonista de la serie.
Acompañando a Ituño se encuentran, Verónica Echegui, Emma Suárez, Patricia López Arnaiz, Ana Wagener y Yune Nogueiras, rostros reconocidos de la ficción y las tablas españolas. Un elenco comprometido con este proyecto creado por Laura Sarmiento y Verónica Fernández, que aportan un enfoque feminista a una forma de violencia que puede llegar a ser absolutamente devastadora.
Reflejo de la realidad
La serie gira en torno a dos vídeos de contenido sexual publicados sin el permiso de sus protagonistas: uno pretende acabar con la meteórica carrera de Malen Zubiri (Itziar Ituño), vicealcaldesa de Bilbao, mientras que el otro responde a una venganza por parte de una expareja de Ane (Verónica Echegui).
Aunque la producción no está basada en hechos reales, es un fiel reflejo de la realidad. Resulta imposible no relacionar las tramas con casos reales como el de Olvido Hormigos, concejala socialista de Los Yébenes que fue víctima de la difusión de un vídeo íntimo, o el de Verónica, trabajadora de la compañía Iveco, de 32 años, que se suicidó tras la difusión de un vídeo sexual suyo en el centro donde trabajaba, dos hechos que han servido de inspiración a las protagonistas para preparar sus personajes.
Una temporada de ocho capítulos de cincuenta minutos en los que las tramas se entremezclan, reflejando las múltiples reacciones que este tipo de hechos puede provocar, así como las maneras de afrontarlo, tanto por parte de las víctimas como de sus allegados. Una producción que "transmite sororidad entre los personajes", que "se reconocen" y, «cuando se encuentran, conectan, porque han pasado por lugares comunes, han vivido ese tipo de abusos», tal y como explica Emma Suárez, actriz que da vida a la protectora de Miren en el partido.
"Se entienden y se escuchan, aunque cada una lo gestione a su manera", añadió Ituño.
Nogueiras e Ituño están convencidas de que esta es una ficción "para remover conciencias, denunciar el tema y apelar al buen juicio para que cambien las cosas", poniendo sobre la mes que este tipo de agresiones existen, aunque «no se hable» de ellas. Por su parte, Emma Suárez considera que la serie muestra cómo se debe actuar en estas situaciones para ayudar a las victimas.
"Aporta información para que un hombre se posicione y sepa cómo actuar a alguien que está viviendo esa situación", añadió la actriz
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La "intimidad", en juego
La crónica española cuenta con una lista considerable de afectadas por esta forma de violencia digital. El caso más sonado es el de Olvido Hormigos, exconcejala socialista de Los Yébenes (Toledo) que dimitió de su cargo tras la filtración de un vídeo sexual.
Ocurrió en 2012, cuando una expareja de la edil difundió entre sus contactos un vídeo que ella le había enviado. El clip se hizo viral y Hormigos le denunció tanto a él como al alcalde de la localidad, pero el caso terminó archivado poco después: la ley entendía que, para que existiese delito, el vídeo tenía que haberse sustraído, y en ese caso era ella quien lo había mandado. No se consideró que hubiera delito ni contra la intimidad ni contra la integridad moral de la mujer, que quedó "traumatizada" y llegó a "plantearse el suicidio", según reconoció en posteriores entrevistas.
Poco después de su caso, el Gobierno cambió el Código Penal español, que ahora recoge que "será castigado con una pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a doce meses el que, sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales". La responsabilidad del delito recae tanto en la primera persona que lo envía como en quienes lo difunden después, aunque es necesario que la persona agraviada denuncie, ya que la Fiscalía no puede actuar de oficio.