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Desde la ceremonia que proclamó soberano a Guillermo el Conquistador, el 25 de diciembre de 1066, el templo ha jugado un papel central en la liturgia de la monarquía, hasta el punto de que Enrique III lo reconstruyó en 1245 en su majestuoso estilo gótico actual pensando precisamente en las coronaciones.
- Redacción Mujer
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Carlos III se convertió este sábado, 6 de mayo, n el cuadragésimo monarca coronado bajo las imponentes bóvedas de la Abadía de Westminster de Londres, el mismo escenario en el que han recibido los símbolos de su poder los reyes ingleses y británicos durante casi un milenio.
Desde la ceremonia que proclamó soberano a Guillermo el Conquistador, el 25 de diciembre de 1066, el templo ha jugado un papel central en la liturgia de la monarquía, hasta el punto de que Enrique III lo reconstruyó en 1245 en su majestuoso estilo gótico actual pensando precisamente en las coronaciones.
Con el paso de los siglos, la ascensión oficial al trono de los monarcas ha ido adquiriendo nuevos ritos y tradiciones, como el uso de la Piedra de Scone, o Piedra del Destino, un bloque de 150 kilos cuya historia se remonta a los antiguos monarcas escoceses y que ha sido trasladado en esta ocasión desde el Castillo de Edimburgo, bajo estrictas medidas de seguridad, para formar parte del trono en el que se sentó Carlos III.
Algunas prácticas, en cambio, han caído en desuso con los años. Hasta la coronación de la reina Victoria, en 1838, un caballero ataviado con armadura de batalla aparecía en el banquete de gala sobre un corcel blanco e invitaba a cualquier asistente con objeciones a la coronación del monarca a batirse en un duelo a muerte.
Desde el siglo XIX, el caballero en uniforme ceremonial continúa participando en ágape, pero ya no reta a los invitados.
"El Reino Unido es uno de los doce países de Europa que todavía tiene una monarquía y el único que aún mantiene una ceremonia de coronación", afirmó a Jack Jewers, autor del libro "The Lost Diary of Samuel Pepys" y experto en la historia de la realeza británica.
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"En la tradición reside el poder. En la actualidad, se trata de un poder suave, mientras que en los viejos tiempos era una cuestión de poder duro", sostuvo Jewers.
Algunas de las ceremonias que han dejado huella en la historia del Reino Unido
Isabel II (1953)
Hace 70 años, la coronación de Isabel II, la última que se ha celebrado hasta ahora en el país, fue uno de los primeros grandes eventos retransmitidos en directo para millones de espectadores en las islas británicas y el resto del mundo.
Esa coronación "fue el principio de la televisión como medio de comunicación de masas en el Reino Unido y, hasta cierto punto, en Europa", afirmó Jewers.
La ceremonia en la Abadía de Westminster, con más de 8.000 invitados, fue un relevante acto político al que acudieron numerosos mandatarios internacionales, testimonio del poderío que mantenía Londres no solo en la Commonwealth sino en todo el globo.
Con la pompa y el boato que marcaron el resto de su reinado, Isabel II se dio un baño de masas en las calles de Londres, atestadas con miles de personas que veían su ascensión al trono como un símbolo de renovación tras años de penurias durante la posguerra.
Reina Victoria (1838)
Con 19 años, Victoria fue coronada al morir su tío, el rey Guillermo IV. La ceremonia estuvo profundamente marcada por la tradición y el ritual, pero también por cierta renovación, y marcó la línea de las coronaciones venideras.
El evento representó el inicio de un largo y próspero reinado que duraría más de 63 años, en el apogeo del Imperio Británico.
La soberana recibió en aquella ocasión la recién fabricada Corona del Estado Imperial, una pieza única elaborada con oro y 3.000 piedras preciosas, incluidos diamantes, zafiros y rubíes.
Carlos II (1661)
La Coronación de Carlos II fue un punto de inflexión en la historia de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, dado que restauró la monarquía tras el tumultuoso periodo de la guerra civil inglesa y el gobierno de Oliver Cromwell.
Su coronación comenzó con una procesión desde la Torre de Londres hasta la Abadía de Westminster, donde se celebró una ceremonia que incluyó elementos de las tradiciones anglicana y católica, como reflejo del compromiso del rey con la tolerancia religiosa.
Muchas de las piezas que en la actualidad forman parte de las Joyas de la Corona británica se fabricaron para esta ceremonia, dado que la mayoría de tesoros de los anteriores monarcas se habían fundido o vendido durante el gobierno anterior.
Enrique VIII (1509)
Justas de caballería, banquetes, celebraciones y una gran procesión por Londres marcaron la coronación de Enrique VIII y su esposa, Catalina de Aragón.
La ceremonia religiosa tuvo lugar en la Abadía, pero el evento que mayor huella dejó para la historia fue el opíparo banquete que organizó el rey en Westminster Hall, la gran antesala del actual edificio del Parlamento.
Se sirvieron extravagantes platos como pavo real y cisne, y fue el pistoletazo de salida para varias jornadas de fiestas, danzas y contiendas.
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