Sáb, 11/17/2018 - 06:00
- Mente y Cuerpo
Si empiezas a aislarte de tu círculo habitual por críticas de tu pareja hacia esas personas o porque a tus amistades les preocupa ciertas conductas de tu pareja, debes encender las alarmas. Entérate de más señales en esta nota.
- Marine Peyronnet
- consultorio@epasa.com
- @PsicologaMarine
- lapsicologafrancesa
¿¡Cómo no me di cuenta!? Al principio no éramos así, pero algo pasó y no sé si tiene arreglo"... Es parte de lo que escucho en mi consultorio a diario.
Cuando inicié mis estudios sobre terapia de parejas, tuve la ilusión de poder conocer todos los “tips” para ayudar a reparar hasta las relaciones más dañadas y, de alguna forma, deseé descubrir el secreto para tener una relación perfecta (que no existe ni dura mucho).
Existen muchísimas relaciones que pueden mejorar con un trabajo terapéutico apropiado, se pueden sanar muchas heridas y sentirse mejor en pareja; pero también las hay muy tóxicas y dañinas, y es nuestra responsabilidad como especialistas cuidar a las dos personas que conforman esas relaciones.
Una buena manera de vincularse sanamente es unirse con la persona sin perderse en el camino. Se trata de juntarse para acompañarse, no por miedo a estar solo ni para llenar vacíos ajenos que no siempre le corresponden al otro.
Creo que en el fondo uno sabe cuando algo no anda del todo bien, y quizás no siempre fue así, pero en algún momento existen señales claras de que algo empieza a cambiar y no para bien.
Si empiezas a aislarte de tu círculo habitual por críticas de tu pareja hacia esas personas o porque a tus amistades les preocupa ciertas conductas de tu pareja; si te cuestionas constantemente, empiezas a dudar de ti misma y buscas siempre la validación del otro; si cambias radicalmente tus hábitos a pedidos de tu pareja o dejas de hacer cosas que harías normalmente por no querer molestarla; o si incluso dejas de hablar con ciertas personas por los celos que le causa, debes encender las alarmas.
Otros signos de alerta son: cuando las diferencias se convierten en peleas y el lenguaje es cada vez más agresivo, descalificador o hay insultos. O peor aún, si te agarra muy duro por los brazos, te moretea, te clava las uñas, te da una bofetada, te tira contra la pared —contra la cama o cualquier otro lugar—, o te fuerza a tener relaciones sexuales. ¿Te has sentido identificada?
Mucho cuidado si mientras lloras, te alejas o terminan la relación decenas de veces, surgen frases como: “No entiendo por qué me haces enojar tanto”, “es que te quiero demasiado y no me controlo”, “me da mucho miedo perderte”, “no sé qué me pasó, pero no volverá a ocurrir” , “sin ti, me muero”, “siempre estaremos juntos”, “si solo me hicieras caso, nada de esto pasaría” , “tú sacas esa parte de mí” o “nunca te vas a ir de mi lado”.
A veces son gestos, conductas, miradas... pero debes saber que en una relación sana, realmente no hay tanto dolor, drama ni peligro.
Es importante recordar que realmente no escogemos nuestras parejas al azar, que tiene más que ver con nuestros modelos relacionales aprendidos, con nuestras figuras y estilos de apego y nuestras necesidades encubiertas, muchas veces desconocidas.
La terapia de pareja puede ser una muy buena opción para poder profundizar en las dificultades que ocurren en la relación, así como para identificar los recursos que pueda tener o las limitaciones. Pero algo es muy claro: donde haya abuso, violencia o infidelidad, la terapia no es viable hasta que se suspendan esas conductas, ya que no habrá confianza ni compromiso, que son muestras de amor e ingredientes esenciales para poder reparar y sanar.
Cada historia es diferente y todos anhelamos vincularnos. Solo recuerda que para “amar” no se debería pagar un precio tan alto como perder nuestro amor propio y nuestra dignidad.