Lun, 02/17/2020 - 12:04
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Con esfuerzo, superación y trabajo conjunto de bailarinas, tocadores y guías, los integrantes de Balelé dan un espectáculo que consigue poner en pie a los miles de uruguayos que acuden a los desfiles de Carnaval.
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Por: Sergio Marín Lafuente/EFE
"Dar espectáculo" es el objetivo de Balelé, una comparsa uruguaya que dedica largas horas de ensayo antes de desfilar en el Carnaval, incluso más que el resto, porque el sonido de los tambores y los guías que salen con ellos son sus únicas referencias sensoriales.
Hace cinco años nació Balelé, la primera comparsa de ciegos e inclusiva de Uruguay, cuando una mujer invidente se interesó por bailar candombe, típico ritmo carnavalesco de origen afrouruguayo, y junto a bailarinas videntes comenzaron a armar talleres para aprender esta danza.
"Fue toda una vorágine", relata Silvia Iroldi, una de sus integrantes, que destaca que a cada uno le supone un esfuerzo distinto, pero todos viven el Carnaval con la euforia que se merece.
Esta comparsa, que abrió el sábado el segundo día del Desfile de Llamadas, vivió la jornada con una mezcla de emociones: La alegría que produce el ritmo provocado por las lonjas de los tambores que invaden la calle se vio manchada por el fallecimiento de uno de sus integrantes, "Camacho", un hombre de 75 años que sufrió un infarto cardiorrespiratorio mientras desfilaba.
"Cómo gran candombero hoy pisó y disfrutó en Isla de Flores y le tocó partir", incluye la comparsa en el mensaje de despedida a su compañero en su cuenta de Facebook.
Un 'subidón de adrenalina' que rompe barreras
"Emoción" y "nervio" hasta el punto de romperse las medias es lo que siente Iroldi los días previos al Desfile Inaugural del Carnaval uruguayo y al de las Llamadas.
Todo este cúmulo de sensaciones, cuenta la bailarina, se convierte en un "subidón de adrenalina" que experimenta en el pecho los minutos previos a entrar en Isla de Flores, la famosa calle del sur de Montevideo por la que discurre el Desfile de Llamadas.
Antes de perder la visión por culpa de un glaucoma congénito, Iroldi ya había probado con la salsa y el tango, pero lo que vive con el candombe no lo cambia por nada.
"Los tambores tienen magia, parece que convocan algo de dentro de ti que es casi inexplicable", asevera.
Es esta magia la que ayuda a la comparsa, compuesta por alrededor de 70 personas con diferentes tipos de discapacidad y sin discapacidad, a derribar las barreras "ajenas y propias" y a disfrutar de los aplausos del público cuando el grupo desfila.
"Creo que esos son los mensajes que nosotros transmitimos. En realidad, se puede. Hay un esfuerzo, hay un trabajo. Le estamos dando valor a todo eso, y eso me parece que está bueno", cuenta Iroldi.
A la calle con falda y zapatos altos... Pero sin bastón
"Ni lo sueñes" fue lo primero que contestó Iroldi cuando le dijeron que para bailar candombe debía salir sin su habitual bastón.
El ruido de los tambores, el terreno irregular y el desconocimiento de las calles son factores que provocaban que salir a bailar sin su "herramienta fundamental" fuera algo "impensable" para ella.
"Es sentir como que estás desnudo", señala la bailarina, que reconoce que supuso "un proceso" desprenderse de su apoyo, pero que gracias a sus compañeros lo consiguió y le sirvió para ganar seguridad en su vida diaria.
Una seguridad que también le llevó a recuperar las faldas y los zapatos de taco alto, que había dejado de usar tras una caída,.
Iroldi, que trabaja como coordinadora de un programa de inserción laboral en una iniciativa de la Fundación ONCE para la Solidaridad con las Personas Ciegas de América Latina (FOAL), insiste en la necesidad de trabajar en la aceptación del cuerpo para hacer frente al "tabú" que supone lo erótico y lo sensual en las personas con discapacidad.
Es por ello que trabajan minuciosamente en los trajes del Carnaval, para que las bailarinas disfruten y reivindiquen la fiesta por encima de todo.
"El candombe tiene que ver con eso, con un sentimiento, con una cultura, y no con cuerpos perfectos ni mucho menos", subraya.
La figura del día
Además de los talleres en la escuela de Carnaval de DAECPU (Directores Asociados de Espectáculos Carnavalescos Populares del Uruguay), Balelé sale prácticamente cada domingo del año a la calle para ensayar y practicar con sus aliados más importantes: los guías.
Detrás de cada integrante con discapacidad -bailarina o tocador-, y sin interferir en la estética de la comparsa, una persona hace las veces de guía, que implica "orientar" y no "llevar", matiza Iroldi.
Por eso, insiste, es esencial la coordinación con estos ayudantes, voluntarios que no siempre guardan relación con los miembros de Balelé, para marcar las señas a las cual deben responder.
"El guía tiene que dejar que tú bailes, no estar agobiándote encima, dejarte el espacio, porque además no todas bailamos igual ni nos movemos igual", remarca.
Así, con esfuerzo, superación y trabajo conjunto de bailarinas, tocadores y guías, Balelé da un espectáculo que consigue poner en pie a los miles de uruguayos que acuden a los desfiles de Carnaval.
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