Sáb, 12/17/2022 - 10:00
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Tras conocerse la noticia del fallecimiento, el Reino Unido entró en un periodo de luto nacional que duró hasta el día del funeral, el 19 septiembre, celebrado con toda la pompa y la solemnidad reservadas únicamente para un jefe de Estado británico en la gótica Abadía de Westminster, en el centro de Londres.
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Con la muerte de Isabel II el 8 de septiembre en el castillo de Balmoral (Escocia), el Reino Unido puso fin a toda una época marcada por profundos cambios políticos, tecnológicos o culturales que la soberana supo abrazar y que la convirtieron en icono del estoicismo moderno.
Tras conocerse la noticia del fallecimiento, el Reino Unido entró en un periodo de luto nacional que duró hasta el día del funeral, el 19 septiembre, celebrado con toda la pompa y la solemnidad reservadas únicamente para un jefe de Estado británico en la gótica Abadía de Westminster, en el centro de Londres.
"Fue un momento importante. Todos los asuntos gubernamentales se detuvieron. El Parlamento se reunió solo para rendir homenaje a la reina y se suspendieron todos los demás asuntos parlamentarios. Toda la nación se unió en luto; incluso los opositores a la monarquía reconocieron la enorme contribución que había hecho la reina", dijo el prestigioso experto constitucional Robert Hazell, del University College London (UCL, por sus siglas en inglés).
Guillermo y Enrique unidos en honor a su abuela
Los príncipes Guillermo y Enrique, nietos de la reina y que están distanciados, salieron juntos, con sus respectivas esposas -Catalina y Meghan-, del castillo de Windsor, en las afueras de Londres, para saludar a la gente congregada y leer los mensajes de condolencias que la población había dejado ante las rejas de la fortaleza.
Durante sus siete décadas de reinado, la soberana -fallecida a los 96 años de edad- se entregó en cuerpo y alma al servicio de su país y de los que la tenían como jefa de Estado, como Canadá y Australia.
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Debido a su profundo sentido de la responsabilidad, que asumió cuando la monarquía había experimentado momentos de inestabilidad tras la abdicación de su tío, el rey Eduardo VIII, en 1936, Isabel II se convirtió en símbolo de estoicismo al mantenerse firme ante situaciones adversas, sobre todo por escándalos familiares.
Isabel II fue "ícono del estoicismo y también de deber público: dedicó toda su vida al servicio público", comentó Hazell.
Con su labor, la reina se ganó el apoyo y el respeto de gran parte de la población británica, así como la admiración en muchos otros rincones del mundo, como quedó reflejado en las colas de kilómetros que formaron miles de ciudadanos para entrar en la capilla ardiente instalada en el Parlamento británico, en Londres.
El últimmo adiós empezó en Balmoral
El último adiós a Isabel II empezó en Balmoral (noreste de Escocia) desde donde el cortejo fúnebre, acompañado por la hija de la reina, la princesa Ana, inició el progresivo regreso a Londres, ya que primero fue honrada en la catedral de St. Giles, en el centro histórico de Edimburgo, donde se instaló la primera capilla ardiente.
Después, el féretro con los restos mortales, cubierto con el estandarte real, fue llevado en avión a la capital británica de cara al funeral de Estado en Westminster.
Antes, su hijo mayor, Carlos, fue proclamado rey en el palacio londinense de St James, próximo al de Buckingham, en un acto solemne en el que la entonces primera ministra, Liz Truss, y otros miembros de la familia real -como la reina consorte, Camila, y el ahora heredero al trono, el príncipe Guillermo- debieron firmar los documentos oficiales para constatar la ascensión del nuevo jefe de Estado.
Cientos de dignatarios extranjeros, entre ellos los reyes de España, Felipe VI y Letizia, y el presidente de Francia, Emmanuel Macron, viajaron a Londres para asistir al funeral.
Toda la pompa en las calles de Londres
Como nunca antes en las últimas décadas, se vieron por las calles de Londres cientos de guardias reales, militares con sus condecoraciones, caballos y gaiteros, que caminaron detrás del féretro, cubierto con el estandarte real y la corona imperial y colocado sobre una cureña arrastrada con sogas por marineros.
Tras el funeral, el féretro fue llevado a la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, para la misa de rigor antes de ser depositado junto a los restos de su marido, el duque de Edimburgo.
"El reinado de la reina Isabel II fue inmensamente importante. Ella fue nuestra monarca con más años de servicio, al reinar durante 70 años. Supervisó la transición del Imperio Británico a la Mancomunidad Británica de Naciones. Y sirvió en la II Guerra Mundial", agregó el experto constitucional. EFE
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