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Aseguran que Pluto, la mascota de Walt Disney, era el perro más educado del mundo.
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Pluto, la mascota de Mickey Mouse, fue también el leal compañero de su creador, el dibujante y productor de cine norteamericano Walt Disney. Juntos se alojaron en el hotel El Fuerte de Marbella. Un entonces joven botones, hoy jubilado, Pedro Guerrero, cuenta que sacaba a pasear a diario al can por la playa.
En la primavera de 1958, apenas un año después de que este establecimiento abriese sus puertas por primera vez, recibió la visita del ilustre cineasta. Era uno de los padres de la industria de la animación estadounidense.
Pedro, que ya ha cumplido los 83, tenía por aquel entonces 16 años. Aunque de aquello han pasado casi setenta años, aún recuerda con viveza los paseos por el litoral con Pluto. También las "suculentas" propinas que le daba Disney por realizar la tarea.
"Era un perro normal", de tamaño mediano y no tenía las orejas caídas, explica. "Ahora, el perro era lo más educado del mundo", nada que ver con el travieso Pluto de la pantalla. Aquel que liaba una trastada tras otra y daba mil y un quebraderos de cabeza a Mickey Mouse.
Lo soltaba en la playa para que corriese y dejaba el correaje en la arena. "El perro lo cogía con la boca" y se lo daba, parecía -comenta sonriente- "que no quería que fuera arrastrando y que tenía que ir con él en la mano".
La habitación 208 y "los billetes coloraos"
Se alojaban en la habitación 208 -apunta- y él era el encargado de salir a diario con el famoso can. "Me lo llevaba a la playa y llegaba hasta el puerto de los pescadores". Al terminar la caminata se lo llevaba de vuelta y el padre del Ratón Mickey y el Pato Donald le daba "un billete de los coloraos".
Luego, el joven botones aprovechaba "el primer mandao" que le encargaba el recepcionista para ir corriendo a entregarle a su madre la propina. Cuando la mujer "veía las cincuenta pesetas -el billete colorao- se pegaba una pechá de llorar", recuerda. Eso porque con eso tenían "tres días para comer", relata.
El año que Walt Disney estuvo en Marbella se hospedó una semana larga en el mítico hotel El Fuerte. Posteriormente se trasladaría a una residencia particular en lo que ahora se conoce como La Milla de Oro para continuar en ella su estancia.
Ese verano, Pedro vería varias veces más al dibujante mientras estuvo en la ciudad. Era el responsable de llevarle la correspondencia que le llegaba al hotel, relata, pero después "le perdió la pista".
"Alquilaba una bicicleta para llevarle las cartas al chalé, pero entonces ya no me daba dinero, me invitaba a comer", recuerda. "Y no veas cómo me ponía, me daba de todo y, cuando me hartaba de comer, regresaba al hotel".
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