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El reconocido actor argentino presenta ‘El amor menos pensado’ en el IFF Panamá reivindicando la importancia del cine latinoamericano rico en “historias humanas”
- Laura Marin
- laura.marin@berepublic.es
Ricardo Darín, invitado de lujo de la 8ª edición del Festival Internacional de Cine de Panamá (IFF Panamá), reivindica durante su estancia en la ciudad la importancia de las “narraciones que tocan conflictos humanos” y hace una llamada a los cineastas independientes de la región a “mirar para adentro y saber para dónde va nuestro corazón”. El objetivo: seguir contando historias ricas en temas humanos, a pesar de los bajos presupuestos con los que suelen contar y frente al “tsunami” de producciones comerciales que no necesariamente son de buen contenido.
De ese cine latinoamericano y las producciones independientes, así como su última película ‘El amor menos pensado’, pero también de la vida, el amor y las relaciones, conversamos con el renombrado actor argentino en su encuentro con periodistas después de ser uno de los protagonistas de la gala de apertura del IFF Panamá.
“El amor menos pensado” no solo reflexiona sobre la pareja, sino lo que queda después…
Cuando leí este libro, ‘El amor menos pensado’, la primera vez me gustó mucho por muchos motivos, bastante clásicos. Pero luego, lo que sentí, sobre todo en el proceso de rodaje, y no solo yo empecé a darme cuenta, sino también el director, el guionista y su coguionista, que había otras capas de lectura posibles. Y entonces surgió esto de que, paradójicamente o quizás precisamente por eso, al estar hablando del conflicto de una pareja de tantos años, si uno mira bien, con un poco de detenimiento, en el fondo los conflictos que se plantean y que se ponen con sinceridad sobre la mesa son más individuales, son más existenciales.
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Y a usted, ¿le ha pasado?
¿Si a mí me ha pasado? Yo creo que cada día me enfrento a conflictos existenciales. Vivimos en una sociedad donde estamos como estandarizados. Si las cosas van bien y todo está en su sitio, la vida va transcurriendo y aparentemente no hay espacio como para plantearse o permitirse enfrentarse a los conflictos existenciales, ni siquiera nos atrevemos a ponerlos sobre la mesa porque no tenemos a veces con quién. Me parece que esta película, lo que nos ofreció, por lo menos en la etapa del rodaje y luego empezando a recoger un poco la devolución de las distintas audiencias con las que se fue encontrando -que eso es muy curioso, como en cada lugar las reacciones son distintas-, empezamos a notar eso, lo que casi siempre ocurre con temas que, enmascarados en una atmosfera con humor son más profundos de lo que sospechábamos al principio y nos proponen enfrentarnos y mirar esos conflictos, aunque sea de forma detenida, no sé si profundamente, pero sí detenerse un poco y decir “bueno, qué me pasa con esto, qué me mueve, qué me provoca”.
¿La película busca esa reflexión más personal?
Me parece que parte de la clave de esta película está en que la historia no solo sigue a sus personajes centrales, sino que hace como una especie de mosaico, de muestra de distintas posibilidades y opciones de diferentes personajes mal llamados secundarios, que son los que vienen a contribuir y a resignificar la historia central. Creo que de ese ejercicio uno termina quedándose un poco más con lo individual porque, aunque es una historia que comienza de una manera y, a pesar del tránsito que se va llevando, más o menos uno imagina donde va a llegar, lo importante es el cómo. Y me parece que en ese trayecto es donde uno tiene la oportunidad de mirar para dentro.
Más de una vez dijo que pensar es una de las cosas más importantes para un actor. ¿Es eso posible en el contexto actual de producciones de consumo rápido que ofrecen plataformas como Netflix?
Sí. No solo es posible, es necesario. Es el salvoconducto. El pensamiento es la herramienta más importante del actor, casi te diría de los seres humanos. Yo creo que tiene que existir de todo, está bien que así sea y hay espacio para todo. Después discutiríamos largo rato las injusticias presupuestarias de cada una de las opciones, pero sí, el pensamiento es imprescindible. Tenemos que intentar tener un ratito con nosotros solos cada vez que podamos, porque todo nos arrastra, nos lleva, nos empuja, no nos da tiempo, vivimos cada vez más acelerados y eso se nota en las grandes ciudades, cuando estamos ansiando irnos al mar, a la montaña, alejarnos. Porque uno percibe esa sensación un poco infantil que estamos más próximos de quienes somos en realidad cuando estamos tranquilos, relajados, sin andar corriendo de un lado a otro. Pero en realidad somos nosotros mismos todo el tiempo.
Dentro de ese contexto, ¿cómo ha evolucionado el cine independiente?
Tengo que ser absolutamente franco. Yo no veo tanto cine como me gustaría. Ni siquiera cuando tengo la suerte de estar en un festival, porque siempre hay compromisos. No todos tenemos las mismas oportunidades de entrar a las películas, porque normalmente lo que a mí me ocurre cuando estoy en un festival, exceptuando el caso anterior en Panamá, que vine solo como invitado, es que estoy defendiendo, apoyando una película, y eso tiene un gran compromiso de actividades relacionadas con esa misma apuesta y no siempre se cumple lo que uno soñaba cuando era chico que es voy a un festival, voy a ver películas todo el tiempo. Estoy demasiado enfrascado en mi trabajo, en el de mi hijo, en el del mis amigos, que no me da tiempo de estar al tanto para hacer una buena evaluación y me pondría a guitarrear y no quiero hacer eso.
La falta de historias en ese cine de grandes producciones, ¿le da cierta ventaja al cine de las pequeñas-grandes historias?
Cine, teatro, televisión, literatura… lo que todos queremos es que nos cuenten un cuento. Es tan simple como eso. Queremos que nos cuenten un cuento, cuanto mejor contado esté y más interesante sea, más atrapante va a ser. Después aparecen las otras historias, a las que por supuesto uno puede modificar, colorear, mejorar, elevar el nivel de un proyecto, de un producto audiovisual, por ejemplo, pero el contenido, el corazón, de qué se trata el cuento, para mí siempre va a ser lo más importante.
Pequeñas historia que atrapan…
Tenemos infinidad de ejemplos de las mal llamadas pequeñas historias que nos atraviesan y nos tienen enganchados a producciones que pueden durar hasta tres horas, pero el tiempo vuela y estamos ahí que lo único que queremos saber qué va a ocurrir, porque es lo que nos permite pensar y descubrir cómo son otras vidas. Por eso también empezamos a reflexionar cómo es la nuestra, nos comparamos y nos aúna, nos acerca, nos hace reconocer que más o menos a todos nos pasan las mismas cosas. Y eso nos da, para mi gusto, la sensación de pertenencia, contrariamente a otras sensaciones que pretenden como subdividirnos, incluso alejarnos. Yo creo que está muy bien que haya tantos avances en temas de producción, de efectos especiales, de tecnología aplicada a la mejora de la imagen… Pero al final todo se trata de que nos cuenten un cuento bien contado. Cuanto más dudoso, profundo y humano sea, más enganchados nos tiene. Y creo que sí, que ese el fuerte, la ventaja del cine latinoamericano.
Habría que reeducar al público…
Si fuera solamente por eso que tendríamos que educarlo…
Su nueva productora, Kenya, ¿se va a enfocar en ese tipo de películas?
Esa es la idea. Mi hijo me planteó la idea y me dijo “¿porque no hacemos una pequeña productora con amigos y tratamos de tirar adelante historias que nos interesen, que nos conmuevan, que nos representen?”. La idea inicial es esa… luego la vida indicará que tenemos que hacer, porque a veces también hay que hacer cosas para sobrevivir, para sostenerse. No es fácil.
Después de Relatos Salvajes, se convierte en Bombita…
Lamentablemente
… y ya es muy común, en redes sociales, cuando uno se enciende, decir que se siente como Bombita. ¿Por qué se queda contigo ese personaje?
Uno no está en control de ese tipo de cosas. Pero en realidad yo contribuí involuntariamente a que eso se prolongara en el tiempo porque mi hija, que es una gran entusiasta y una gran creativa, un buen día, con una amiga, deciden montarse una empresa en la que diseñan ropa. Como necesitaban promoción, me dice” papá como puede ser que no tengas Twitter, que necesitamos promoción…” Y me dice “bueno, yo te abro una cuenta”. Y fue ella misma la que me puso Bombita en la cuenta de Twitter. Y ahí me condenó de por vida, porque además, por supuesto, cualquiera pensará que me lo puse yo mismo. Después me causó gracia y ahí se quedó, contribuyendo a la prolongación de esa denominación.
Pero el público se siente identificado con el personaje…
¿Por qué cuando uno se siente ofuscado automáticamente linkea con el personaje? Es que es una síntesis del atropello. Todo aquel que alguna vez se ha sentido atropellado, ninguneado, menospreciado por el sistema, o por un funcionario, hay como una contención interna, una fantasía ancestral, la de hacer que todo vuele por el aire. Pero en realidad no está bien. No resolvemos nada con que todo vuele por el aire, deberíamos preguntarnos por qué, preguntarles por qué, cuando alguien te maltrata, o te lleva por delante, si lo primero que se nos ocurriera, en vez de reaccionar fuera detener todo y preguntar esto por qué está ocurriendo, por qué me estás tratando así, si pudiéramos averiguar el por qué, probablemente no contribuiríamos a la cadena de la violencia. Pero eso es en un mundo ideal. Pero podemos aspirar a un mundo ideal. Si ya bajamos los brazos y decimos no se puede aspirar, estamos fritos.
Volviendo a ‘El amor menos pensado”, la película puede provocar mucha tristeza…
Sobre todo a la gente joven le produce mucha tristeza, porque desde un ángulo absolutamente no premeditado podría parecer que esta no es una película para esa generación, sin embargo si lo es. Lo que pasa es que desde su perspectiva, su enfoque es distinto y produce mucha más angustia que para un adulto grande.
Hay un tema recurrente en la película, ¿estás enamorado? pero no es una pregunta de respuesta tan sencilla…
Hay un funcionamiento de eso de estar enamorado o no estar enamorado en la película que pretende, no sé si lo consigue, ser como una especie de juego de palabras al final, que pretende convertirse en una especie de metáfora o cierta ironía. Por otro lado, yo siento que nosotros tenemos una gran tendencia, sobre todo en determinadas edades, a sobredimensionar lo que es estar enamorado. ¿Por qué? Porque todos los condicionamientos sociales nos dicen te vas a casar para toda la vida, vas a querer a esta persona para toda la vida, vas a hacer tal cosa, toda tu vida. Y es un poco arriesgado decirlo de esa forma. Sería un poco más prudente ir paso a paso.
Pero, a veces, es inevitable penar así…
La sensación del enamoramiento es incomparable. No hay nada que se parezca a eso. A lo mejor por eso hay tanta gente que lo trata de repetir todo el tiempo y salta de un lugar al otro, porque es una sensación adictiva, es una conmoción, un tsunami que te atraviesa, no sabes si es la cabeza, el corazón, el estómago, todo el organismo… Es razonable que queramos aferrarnos a esa sensación y repetirla y repetirla. Pero parece ser que las experiencias de vida, de una vida compartida, todo eso está en movimiento y se va transformando con el paso del tiempo. Para los jóvenes, para los que están en calidad de hijos todavía, debe ser un poco angustiante la idea de suponer esa ruptura, porque se plantea como un abismo. Es decir, nosotros nunca nos podríamos imaginar a nuestros padres separados.
En tu experiencia personal, ¿cómo consigues no caer en esa rutina?
Yo me porto mal todo el tiempo (risas). En verdad no sé qué responder, porque debería estar mi mujer acá para ver si lo que yo digo es real, porque yo puedo estar guitarreándole y decirle que sí, que fantástico, que fabuloso. Yo no creo que soy tan fabuloso, creo que soy bastante caótico, los actores en particular somos personajes bastante raros, hay como una deformidad propia del oficio que hace que te transformes en un odioso, egocéntrico, narcisista, vanidoso… es muy difícil convivir con un actor o con una actriz. Nosotros encontramos una especie de salvoconducto, antídoto, no sé si lo encontramos, lo buscamos durante mucho tiempo, sobre todo al principio, cuando empezaron a aparecer los niños, que era burlarnos del personaje dentro de la casa, para bajarlo, para agarrarlo de las solapas y decirle, “ey, no te vas a creer todo esto porque es estúpido”. Pero igual, si hay alguien para calificar mi relación matrimonial, no soy yo, es mi mujer, porque creo que ella es única. Con ella es fácil convivir, conmigo es muy difícil. Así que creo que la tarea titánica es la de ella.
¿Un guion que te hubiera gustado aplicar en tu vida?
A mí siempre me gustaría ser más valiente, más corajudo, no medir tanto las consecuencias. En realidad creo que a todos, por eso los personajes heroicos conmueven.
¿Cómo ha cambiado la industria del cine y qué le gustaría rescatar de lo que ha quedado atrás?
Se perdieron muchas cosas, pero no me quiero poner nostálgico. En general, hay muchas cosas que han mejorado en cuanto a cercanía, contacto, comunicación: hoy en día nos enteramos más rápido de todo, tenemos muchas más herramientas y armas como para no dejarnos engañar tan fácilmente, a pesar que nos encanta que nos engañen. Este es un oficio en el que tener la sensación que estás haciendo las cosas sin red es bastante creativo, porque la incomodidad es creativa. Entonces, hoy en día los avances tecnológicos han ido a la búsqueda de mayores seguridades y mayores comodidades.
¿Cree que los actores de hoy tienen más facilidades?
Yo creo que es más difícil ahora. Primero por la multiplicidad increíble e inimaginable de canales y, or otra parte, porque es mucho más fácil convertirse en alguien reconocido popularmente sin tener una virtud o una cualidad, sino que de pronto un chico se manda una y se convierte en alguien hiper conocido y a partir de ahí empieza a desarrollar una carrera que dices y ¿este de dónde salió?. Y me parece que eso es muy complicado eso para la gente joven con talento.
¿Cuál es la responsabilidad del actor en temas como los que representa, por ejemplo, el movimiento Me too?
No sé por qué diferenciar entre actores y no actores. La responsabilidad de esa movida internacional es humana, no de oficios. Y es lo que más nos empuja es mirar hacia adentro, decir, cuáles son las relaciones que tenemos, la educación que hemos recibido, cómo nos hemos comportado, cómo hemos tratado a nuestros semejantes, cómo hemos defendido, cómo hemos sido cómplices. Me parece que no hay diferencia por oficios, tiene que ver con una sensibilidad humana.
Por último, saliendo un poco del mundo del cine. Ha visitado varias veces Panamá, ¿qué destacaría del país?
Me gusta mucho la gente en Panamá. No soy el turista por excelencia, un poco porque, como decíamos antes, cuando viajas por festivales te pasas todo el tiempo con compromisos. A mí los lugares en sí, más allá de las bellezas geográficas y las oportunidades que ofrecen, que me gustan mucho, pero hay tantos lugares lindos, el planeta es tan bello, depende de los gustos de cada uno, si te gusta el mar, la montaña… que es difícil escoger. A mi lo que me gusta de los lugares y lo que me hace volver a ellos en realidad es la gente.
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