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Hay quien dos años después del confinamiento todavía afronta con mucha angustia cada vez que tiene que salir de su casa. Aunque no hay datos disponibles, los expertos sostienen que en este tiempo han crecido los afectados por la agorafobia.
- Redacción Mujer
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En 2022Panamá y el mundo entero se sumergió en un estado de alarma y un confinamiento que impidió salir de casa durante varios meses a causa del Covid-19, una situación que dejó huellas emocionales de las que muchos aún se siguen recuperando, incluido un miedo desproporcionado a salir de casa, la agorafobia.
Hay quien dos años después del confinamiento todavía afronta con mucha angustia cada vez que tiene que salir de su casa. Aunque no hay datos disponibles, los expertos sostienen que en este tiempo han crecido los afectados por la agorafobia.
Al confinamiento le siguieron seguido meses y meses de subidas y bajadas en el número de infectados, que conllevaron también más o menos limitaciones a las actividades que los ciudadanos podían hacer y que han dificultado mucho las relaciones sociales.
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Se calcula que, en el contexto de la pandemia, la depresión y la ansiedad se han incrementado en un 25 por ciento, según un estudio de The Lancet.
Según explica la psicóloga clínica Inmaculada Villena (España), los pacientes tienen un miedo extremo a salir de casa porque ese es el entorno en el que se sienten seguros. Cuando piensan en salir, lidian con el nerviosismo, mareo o las náuseas que les causa el miedo a no poder escapar, a sentir vergüenza o incluso a morir.
La pandemia, un mazazo para quienes sufren agorafobia
Esas sensaciones las conocen bien los pacientes de agorafobia. Para Ángela la pandemia ha sido un mazazo añadido. Esta joven sevillana tuvo su primer episodio de agorafobia hace 7 años, cuando tenía 17. Empezó con mareos, nerviosismo, y una sensación constante de sentirse juzgada que le impidió seguir con rutinas como la de ir al instituto.
"La cosa llegó a un punto en el que me costaba muchísimo salir de mi casa. No podía ir sola ni a comprar el pan. Me daba pánico vomitar, desmayarme, y que todo el mundo me mirara. Es un miedo irracional", explica esta joven.
Con ayuda médica logró normalizar su situación y gestionar poco a poco sus miedos, hasta que el confinamiento la volvió a zarandear: de repente -recuerda- vivía en el "paraíso". Ya no tenía que hacer ningún esfuerzo para salir de casa porque estaba prohibido para todo el mundo.
Pero cuando aquello terminó y todos los demás salieron a la calle sin problemas, Ángela volvió a tener la sensación de que irremediablemente algo malo le iba a pasar cuando salía de casa, de modo que sólo podía hacerlo acompañada.
"Y no de cualquiera", precisa, porque únicamente se atrevía a salir de la mano de su madre o de personas muy, muy cercanas.
Ahora está bien, pero explica que en el momento en el que tiene un poco de ansiedad todo le supone un gran esfuerzo. "Me cuesta ir al supermercado, meterme en un centro comercial o ir a una fiesta con muchísima gente. Lo hago porque quiero tener una vida normal", dijo.
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